sábado, 5 de marzo de 2016

LA ULTIMA HEBRA (a mi hija Cristal)


Otra vez noviembre visita la casa de Ella,
mi tela de seda,
adorno de lujo 
enlazado a mis venas.

Cómo olvidar ese ayer 
cuando en mi regazo,
nuestros ombligos 
musitaran complicidad encendida,
donde asustada habitabas cautiva,
bañada de mis ansias,
cubierta con mi piel cobriza.

Respiras mi aliento, 
monitoreas mis pasos,
navegas divertida y feliz 
entre algas vivientes,
sin presiones salvajes
ni turbulentas adversidades 
en tu inocente paraíso,
donde jugabas 
a las pataditas 
y puñetazos de algodones,
radiando con tu luz 
mi horizonte quebrado,
tras laberintos dormidos 
entre laureles de plata.
Tú, la última hebra 
colgada a mis entrañas,
llegaste a mi 
como flor mañanera 
de un otoño cualquiera,
a suplir con tu perfume 
mis ilusiones marchitas,
a borrar mis espinas, 
a llenar de alegrías 
mi silueta dagada,
o tal vez! 
a restaurar en mis lámparas 
cada pestaña caída.

Tu, mi imán de azúcar.
Ciño en mi pecho tu inocente ternura,
tu sonrisa esmeralda, tu mirar de niña.
Agradezco al dueño de todo lo creado
por colgarte a mi abrigo,
tanto ejecuto en tu bien 
con sus planes divinos.
Y mientras, 
desde la habitación de mi alma 
contemplo tus pasos,
sentada en mi acostumbrada esquina,
justo allí, te percibo callada,
desde el eco altisonante 
de un cántaro sin asa,
que salta entre los ejes 
que colindan mi ayer,
que aplauden tu hoy
y reverencian tu mañana.

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