Otra vez noviembre visita la casa de Ella,
mi tela de seda,
adorno de lujo
enlazado a mis venas.
Cómo olvidar ese ayer
cuando en mi regazo,
nuestros ombligos
musitaran complicidad encendida,
donde asustada habitabas cautiva,
bañada de mis ansias,
cubierta con mi piel cobriza.
Respiras mi aliento,
monitoreas mis pasos,
navegas divertida y feliz
entre algas vivientes,
sin presiones salvajes
ni turbulentas adversidades
en tu inocente paraíso,
donde jugabas
a las pataditas
y puñetazos de algodones,
radiando con tu luz
mi horizonte quebrado,
tras laberintos dormidos
entre laureles de plata.
Tú, la última hebra
colgada a mis entrañas,
llegaste a mi
como flor mañanera
de un otoño cualquiera,
a suplir con tu perfume
mis ilusiones marchitas,
a borrar mis espinas,
a llenar de alegrías
mi silueta dagada,
o tal vez!
a restaurar en mis lámparas
cada pestaña caída.
Tu, mi imán de azúcar.
Ciño en mi pecho tu inocente ternura,
tu sonrisa esmeralda, tu mirar de niña.
Agradezco al dueño de todo lo creado
por colgarte a mi abrigo,
tanto ejecuto en tu bien
con sus planes divinos.
Y mientras,
desde la habitación de mi alma
contemplo tus pasos,
sentada en mi acostumbrada esquina,
justo allí, te percibo callada,
desde el eco altisonante
de un cántaro sin asa,
que salta entre los ejes
que colindan mi ayer,
que aplauden tu hoy
y reverencian tu mañana.
a las pataditas
y puñetazos de algodones,
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