lunes, 17 de octubre de 2016


NAUFRAGAS

Entre las olas de mi pecho abierto
 naufragas
y yo 
invadida en el mar de tus ansias 
muero...
 
Máxima Hernández.
ACOMODA TU ESPALDA

Acomoda tu espada sobre la mesa servida
sin prisa
inmola los yerros que duermen desventuras
aférrate a la tierra que clama justicia y
sacia sin reparos sus predios baldíos.

Maxima Hernandez.

ATIZA EL FUEGO

La maleza aprieta esta fósil madera 
que arrasa los bordes en sus esquinas quebradas 
en pedazos cae sobre el abismo su textura. 

Leñador que espero 
respiro de mis nortes. 
Anda!. 
Aparece con fuego en el frío de la noche 
ven, 
atiza el fuego en esta leña moribunda.


Máxima Hernández.

ACEPTO EL RETO

Acepto el reto que espanta a mis auroras


un silencio perverso me anima a ser su cómplice.

 Sucumbo al susurro que apunta tu lengua.
Y entretejidos los quejidos de dos carnes madrugadas 

al fragor de aquel pecado que nos muerde 

late la inercia 

se impacienta la nada

me inclino a esa carne que consume mis calvarios. 

Máxima Hernández.
TIEMBLAN MIS CULPAS


Cuando bates el viento quedo sorda 
distendida al conjuro de tu universo. 

Trasciendo al dopaje de tu ardua mirada. 

Agotas los ecos que me sacuden serena

callada. 


Mis vilezas allí tendidas. 


Mudos siglos me atrapan.


Al trinar uno solo de tus aviesos dedos 
tiemblan mis culpas 
llueven soplos 
caen mis sábanas.


Máxima Hernández.
TU VOZ

Muéveme la ternura de tu voz
que silente cosquillea mi oído izquierdo
que sutil me despierta
colapsando mi pecho
que me desvela en tiempo sin tiempo.

Háblame!.
Por qué te quedas mudo?.

Anda!.
Mírame!.
No permitas que el rubor me castigue.

Aquí estoy
ante tus ojos de cristal
atenta te observo
busco tu mirada
quiero escucharte
junto a la aurora que te acompaña
y yo, esclava obediente
sumisa me desdoblo
sometida ante tu omnipotente voluntad.

Máxima Hernandez.
CEÑIDA A TU SILENCIO

Ceñida a la palma de tu silencio
oigo: el rugir de tus pensamientos
de tu lengua morir en mis cimientos
de tu boca llorar como sentencio.

A carcajadas tomo y diligencio
ahogar los ecos de tus sentimientos
fundidos sobre los alocamientos
de las páginas rotas que presencio.

Aborigen seduzco tus reservas
despertando la fogosa mirada
que oronda dormitaba desacuerdos.

Ya basta!.
Con tanto furor me enervas.
Desde mi ojo derecho desfilan hoy
amorosas cuitas, crudos recuerdos.
Máxima Hernandez
MI POESÍA


Mi poesía se alinea bajo las alas del viento,
amparando las cruces de miles silencios.
Ella habita sentada entre cuatro paredes,
atrapada en las estaciones de un ayer que duerme,
unos labios sofocantes, enemigos, traidores
que expulsan el jugo de lo cierto disuelto.

Mi poesía es hoja seca de un otoño cualquiera
que sumisa se arrodilla ante la mudez de mi alma,
vomitando ecos, salpicando alientos, abaratando el tiempo.
Madriguera que silva mi propio acervo.

Ella es el clímax oculto frente a la palabra
de unos dedos que suplican las mejillas del verbo,
absuelto en las rondas alegres de un bosque que promete.

Es mi hacer y deshacer
dentro y fuera de lo incierto,
el océano que perméa los rincones de mis huesos.

Es la madre que despierta de un sueño desesperado,
el niño triste que desfallece entre calles inmisericordes
agrestes sombras del destino
cuna, isla, cual desierto de un mundo desenfrenado.

Es el quizás que aun no encuentro dibujando mis cuadernos.
Es, sin lugar ni dudas: mi incomún despierto.


SEDÚCEME

Sedúceme en lo cóncavo con tus lámparas de fuego
quémame hasta los tuétanos.
No tardes!.
Ven y derrite la nieve que abraza mis huesos.

Anda en tu andar que andabas andando sobre mi costado
detén con un suspiro el rio que emerge mis arterias.
A ver, qué te detiene?.
No lo pienses más y
colapsa este motor que domina mis sentidos.

Entre las yemas de tus dedos
esculpe sobre mi fósil
nueva creatura.

Sedúceme en la fragilidad de mis pasos.
Sedúceme convexa.
Muérame incorrupta bajo
el blanco de tus alas.

Máxima Hernández.