Quiero desnudar este ecléctico poema,
permitiendo a mis fósiles descansar sobre estos versos.
Como cuando la lluvia era mi fiel compañera.
Como cuando la lluvia era mi pesadilla.
Como cuando podía pasar frente a una siembra cualquiera.
Como cuando podía dejar de regarla.
Y me contemplo sentada en el andén de mis soles
Deseando salir de la jaula de mis contrarios
Y arrebatarles las plumas con las que escriben
lo que les da la gana.
Y lo grito desde este jardín de espigas.
Entonces, me cuestiono:
¿Cómo sentarme en la realidad de mi esqueleto?
¿Cómo mato el tiempo cuando el hambre de tragar letras
sature la biblioteca entre mi ávida lengua?
¿Cómo controlar mi escepticismo ante lo desconocido?
Mientras respondo estas tormentosas luces,
voy de la mano a la novia de la vida
y bajo mis pies contemplo una montaña de cadenas.
Y otra montaña de fuego derrite mi armazón de hierro.
Y remuevo escombros.
¡Ay de mi! El pozo que abrigo suspira tu aliento.
¿Será que si no estás, se seca el pozo que diera abrigo a estos poros?
¿Sabes qué? Cuando no estás, todo huele a muerte.
En la bisutería del pasado busco la joya de mis sueños.
No se; ¡Tal vez busco un corazón partido!
para contarle de mi amor
al caer una hoja seca sobre el palpitar del viento
y hablarle sobre el mito de mis suspiros.
Limpio mi casa. Pronto ha de llegar su huésped principal.
Le he de brindar dulces granadas
envueltas en este remendado corazón
y un poco de vino tinto
para sellar mi copa entre sus labios de oro.
Ya no habrán debates entre la oscuridad ni el miedo
Ni entre las horas, ni los días, ni el tiempo…
Podría escapar…
¿Pero de qué?
¿De las bombas y armas blancas?
¿De las armas de fuego?
¿De las injusticias que amparan las leyes?
¿De la violencia que amaina en las calles?
¿De la vecina parca?
… O sentarme desde el contén de la otrora
A vislumbrar la destrucción del tiempo
frente a la luz de mis ojos.
Es posible que me entretenga un estreñimiento mental
¡Amnesia, tal vez! ¡Lo prefiero!
Antes que ver mi camino envenenado por las pólvoras
Antes que ver que se agoten las píldoras
que permeen el dolor que habita quedo en la piedra del alma
frente a un país cuyo honor rueda sin escrúpulos
entre dedos escamosos.
En un país ocupado,
donde el dolor es como la siembra
que espera en silencio, rezagada
con miras a esperar cosecha
con miras a abrazar el fin de las luchas.
Y un abanico de fantasía corporal me asalta
desde el campo de miles batallas.
Posiblemente el presidente de la escalera me esté pasando factura.
¿Será que debo dejar de escavar en el cementerio de mi pasado?
¿Dejar de estar empacando recuerdos?
¿Será que la caja de mi memoria luce extinguida?
¿Será que si alguien la encuentra, podría retornármela?
Quiero desnudar este ecléctico poema,
cuando la esperanza extienda sus brazos
sobre piedras calientes
en este planeta sanguíneo
de los que duermen despiertos
de los que despiertos duermen.
Máxima Hernández: Derechos reservados