miércoles, 28 de febrero de 2018

APOSTEMOS AL ALBA

Dibújame en tus besos al caer la tarde.
Acúname en tus sueños al acariciar tu almohada.
Desvélame infraganti
y apostemos el alba. Mahz.

VIENE BIEN

Viene bien mudarme a la vecina isla de tus poros dorados,
deslizar mis dedos entre tus hilos de plata,
murmurar en clave de sol la magia que trae la aurora,
inventar mil locuras sobre la selva de tu pecho,
crear burbujas de besos con tus labios de agua dulce,
ver morir a un canario en la cima de un bosque en llamas,
mientras se esparce el fuego.
Viene bien seguir mudando nuestras pieles
entre las lineas de esta historia que nos ata.
Mahz.

CUANDO EL CREPÚSCULO ACAMPE

Me miro frente a la cápsula del tiempo. sentada sobre mi propia mirada. No sufre el sol la fatiga de las horas, ni sufre el polvo al esparcirse entre los dedos; tampoco sufre el silencio que destila mis entrañas, ni la ausencia derramada entre mis sábanas, ni la nada descifrada en el poema.
De mi boca sale una revista. Me baño en las palabras y me escondo. Me oculto en la nada como niña de pecho.
No sé si me acojo a lo virtual de mis ojos de cristal o a la realidad del reloj que reviste las horas de mi existencia.
Sobre lienzos sueltos cuelgo un cuarto de ternura, dos gotas de silencio, un par de atormentados poros, un tercio de quietud; la fuente de mis ríos, las plantas de mis desnudos pies y el motor que alinea mi estatura.
¿A quién le importa quién soy al despertar la aurora? Si soy o no la máscara de mi misma. Primavera sonriente en madrugada. Hojarasca perdida entre dos bosques.
Si los dioses trasmutaran mi vida que no olviden mi nombre. Creo en mi misma y en el otro que me bautiza. Pienso y me pienso. Continúo leyendo con hambre entre mis huesos, y al hacerlo consigo satisfacer el hambre de mis ojos.
Canto a mis huesos la música del tiempo, el canto de la mar, para seducir el dolor. Poseo el origen de mis versos, como aquel beso en el crisol de mi alma.
Canto mi canto, como susurran las vocales al enlazarse sonoras a las consonantes.
Canto al sonido que raudo entra en mis oídos. Canto sonrisas al nacer el alba.
En penumbra agasajo al amor. Y me abrazo al silencio del bien, de las cosas tangibles e intangibles. Repudio las tinieblas que esconde la ignorancia.
Como la hiedra me aferro al conocimiento, a la razón, a la luz, a la palabra.
Bailo al ritmo de la verdad, por más amarga o frívola que esta parezca.
Otra vez el ocaso, tropieza con mi alter ego. Cuando menos lo espero, me sacude, queriéndome gritar miles de palabras filosóficas, o tal vez, medio cielo de metáforas.
Una piedra preciosa se cruza en mi camino, relicario de mis pasos de arena, y me aventuro a la vida sin ella.
Abro una ventana desde la otrora transida, donde se nutren mis horas nocturnas, y se alimenta el espíritu que me habita. Aquí estoy, hasta que nazca la luz, Entonces el hoy será pasado y el ahora se transforme en mañana.
Poco me importa si mis versos riman o no, ¿qué más da? Solo escribo para vaciar la soledad que asfixia la brevedad de mis pasos, y ahoga mis sentidos.
Escribo con la libertad que esparce el viento sin pensar en las hojas secas que caen desde un lugar cualquiera hacia donde les plazca.
Mis versos, son hermanos de mi naturaleza misma, son mis ideas vestidas de letras.
Resido en una caja cósmica que no duda. Abre sus alas hacia la verdad. El poniente se vislumbra en mi ventana y entre susurros me nombra. Como un eco resuena, una vez y otra vez, se acerca a mi almohada e intenta apagar mis lámparas…
No puedo imaginar cómo me piensan ni cómo me olvidan. No pienso, ni quiero pensar que me piensan. Aunque quiera pensarlo, me olvido y no puedo nombrarme, me lo impiden las arrugas de mi lengua, las cenizas de mi alma.
Ni poeta, ni mística, ni abogada, ni filósofa… Solo soy tinta azul sobre un papel desnudo, Me embriaga el metabolismo del todo y la nada.
Y si muero, mi muerte, me reconocería en un mundo de sueños.
Asisto lúcida en contraposición a la muerte. Despierto entre lo virtual y lo real de mi camino y me acuno en los brazos de los dioses mientras sigo despierta. Transito más que ayer y que mañana.
Un vago deseo me sacude: Quiero encender una luz para escribir el poema, cuando el crepúsculo acampe en mi alma…
Máxima Hernández: Derechos Reservados.